Por: Nelli Itzanah Castro García

Música rica, música suave, reggae, reggaecito rico mientras nadie mira, mientras la bocina suena al otro lado de la habitación y saltas descalza porque has vuelto a gozar; gozar del tiempo, de la cercanía, del llanto; de lo que implica recordar el pasado y llorar con él, gritar y volver a creer que los errores son buenos, que el aprendizaje que traen consigo son tan valiosos como aquellos que dejan las sonrisas, los abrazos y también las despedidas.
Gozar la vida porque pronto se le ve gastada, burda, agotada, sin fuerza y con poca llama. Bailar para que sude el cuerpo y duela lo que tenga que doler; que se abra el pecho porque quiere más aire, más vida, más aliento. Recibir un beso en espiral y adentrarse en él hasta que los espasmos sean controlados. Ser sincronía entre pulmones, metatarsos y laringe, aquellos que cantan hacia adentro, que gritan con el cuerpo; para sí y porque sí, sin motivo porque no hay ninguno, porque no tiene que ser justificado, alabado ni olvidado, solo sucedido, expectado por la dicha de estar en vida y también por la desdicha de estar en ella.
Atada a la vida como lo estoy ahora, como las cosas lo están a sus dueños, a sus amos, a sus mascotas. Amar la vida como el instrumento ama el sonido, como la escritura ama las letras y como el canto ama la resonancia; la vibración, el orgasmo, la vaporización del placer, la muerte y el rugir de leones que arden en las noches y agonizan por las mañanas. Soplar porque el día se está acabando y la noche es cada vez más fría. Dañar lo que no ha sido dañado para que entienda lo que es amar y ser lastimado.
Olvidar la vida para entonces comprender la muerte. Huir del trazo que fue tinta creyendo aspirar a ser recuadro. Comenzar de nuevo y por última vez, terminar para darle otro sentido a todo; a la aurora, a las nubes, al cielo, a las montañas, a las cosas, a las personas, a los nombres, a la vida.
Despertar para volver a soñar y también dejar de hacerlo; dejar de creer que se está inmerso, inundado por bagajes sucios, brillantes, desgarradores, magníficos. Susurrar la vida para entonces gritar la muerte; gritar en muerte y en vida. Amenazar el sexo y salir corriendo porque alguien es culpable, porque alguien no quiere ser juzgado, porque alguien decidió ser valiente, cobarde o maligno.
Dar vida a la vida y muerte a la muerte. Dejar que las cosas sigan, en vida o en muerte, en silencio o en estruendo; que sigan vigilando el vértigo de la muchedumbre y la esfera de una o varias fantasías. Que no se atrevan a ser leales sin antes haber sido traidores, que no quieran ser amados sin antes haber sido olvidados; ignorados por algún corazón herido, malvado, desintegrado.
Que no quieran decir adiós por temor a retornar y dar la cara, que quieran decir “te amo” por temor a no volverse a encontrar ni tomar la mano, que no quieran morir porque la vida volvió a tener sentido. Que respirar sea oportuno porque hablar significa ser escuchado. Que beber sea perder el miedo y dejar de ser odiado. Que drogarse sea evitar el daño y olvidar ser lastimado.
Que no duela ser mujer ni ser morboseada. Que caminar descalza deje de fatigar el vientre y perder el alma. Que mudar de ropa sea morir en la propia piel y no quejarse por nacer de nuevo. Que no quiera otra cosa que no sea lo que hay delante y lo que no existe ni en el pasado ni en el piso que sostiene. Que nada valga tanto y que nada se quede para siempre pero tampoco por tan poco tiempo.
Que no duela ser una persona, ni un hombre, ni una mujer, ni una niña, ni un bebé; que no duela ser una madre, un padre, un abuelo, una abuela. Que dejen de llorar los ladrones, las putas y las monjas. Que dejen de doler el cuerpo, las venas y las arterias; que mis ojos no te duelan cuando los veas y que mis pensamientos sean más tuyos que míos porque yo ya me canse de tenerlos. Que no culmine tu vida en el matrimonio ni comience con la escuela. Que no cumplas tus deberes y priorices tu silencio, tu sueño, tu descanso.
Aprender a ser amado, a ser querido, a ser odiado, a ser olvidado. Aprender a ser y nada más; sin miedo, traición o rencor. Aprender a ser persona, animal, comunidad. Aprender a ser en la nada y en el todo, porque en ambas partes se es todo pero también nada, porque en cada parte se apodera el caos, la nobleza y también la vida.
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